Desde lo alto de su terraza en la Comuna 13 de Medellín, sacerdote celebra misas en cuarentena
Fieles se asoman a los balcones.
Tener situada la casa cural en una especie de valle y poder divisar desde allí las viviendas de los fieles, esparcidas por las montañas, animó a un sacerdote en Medellín a celebrar misas en su terraza para llevar un mensaje de esperanza y fe en los extraños tiempos de la Covid-19.
Cuando la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) adoptó medidas para evitar la propagación del coronavirus, entre ellas suspender el culto público en todos los templos, el padre Wilson Grajales Cano quiso ir unos escalones más arriba y buscar alternativas.
"Un día me puse a observar la terraza de la casa cural y dije: 'voy a hacer una oración hoy en la noche'. Saqué un bafle y cuando terminé, la gente aplaudió", cuenta a Efe Grajales, párroco del Santuario Divino Niño.
Esa señal de los vecinos del barrio Antonio Nariño, en la Comuna 13, bastó para que optara por adecuar este espacio y empezara a realizar las eucarísticas tras armar el altar en un "lugar decoroso" y ubicar el sonido de forma que sus oraciones llegarán a más gente.
"Cerrar el templo implicaba abrir otras estrategias para poder llegar a la comunidad", comenta.
Las campanas, que por lo general anuncian la cita del sacerdote con sus fieles, no sonaron esta vez. Pero la comunidad atendió el llamado saliendo a los balcones, a las azoteas o asomándose a las ventanas para escuchar este jueves la misa de la Cena del Señor, como también los hicieron el Domingo de Ramos.
La ceremonia inició recordando que, según la antigua tradición de la Iglesia, cada Jueves Santo los católicos celebran tres momentos importantes: la institución del sacerdocio, la institución de la eucaristía y el mandamiento del amor.
"Aunque el templo esté cerrado, la Iglesia sigue viva y activa", afirma el cura, quien por estos días enfoca su discurso en dos acciones: orar y cuidarse.
Templo vacío; corazón lleno
Para el padre Grajales, que lleva nueve años junto a esa comunidad, ver el templo vacío ha significado un "impacto impresionante" que intenta sobrellevar con esos encuentros en su terraza, pese entender que este tiempo extraordinario por la pandemia debe mirarse "desde la fe y la reflexión, pero en lo humano es difícil".
Con un "chispazo" del Espíritu Santo y consciente de que la Iglesia debía dar ejemplo en este momento, inició esa labor de sanar corazones durante la cuarentena en la que está Colombia, con el esfuerzo logístico que implica trasladar a la parte más alta de la casa un cristo que es soportado por ladrillos.
Cada misa en las alturas, como la realizada en la tarde de este jueves, fluye con la cadencia de la voz casi radial del sacerdote que está provisto de cáliz, vinajeras y la solitaria hostia, consagrada con algo de nostalgia por la comunión que no recibirán los fieles.
"Ha sido una experiencia muy bonita. Poder escuchar la palabra de Dios desde este nuevo escenario es como un incentivo para la gente, incluso una ayuda psicológica", apostilla el religioso.
Lucha por la paz
Ser responsable de una parroquia que sobresale por su rótulo de santuario, que tiene una vocación importante para la comunidad por la veneración que existe en Colombia hacia el Divino Niño, representó también un desafío para Grajales en ese compromiso por hacer la gente "se sienta en la iglesia".
Tener como ventaja la ubicación estratégica de la casa cural, que "está como en un vallecito con las casas regadas en las montañas", facilitó propagar las eucarísticas por los hogares en Antonio Nariño, que como todo barrio de la Comuna 13 encierra una historia de violencia y de resiliencia.
"Esta es una comunidad creyente, receptiva, trabajadora y que lucha por la paz", cuenta el párroco y agrega que a esos balcones y ventanas solo quiere hacer llegar un "signo de esperanza y fe".
A las familias que se conectaron con la oración desde la terraza o a través del Facebook Live realizado en un perfil que ya registra cerca de 5.000 seguidores, les habla también del autocuidado y los motivó a respetar el confinamiento con la promesa del reencuentro cuando el coronavirus dé tregua.
"La próxima vez que nos encontremos en misa nos vamos a abrazar y vamos a hacer una fiesta, pero mientras tanto celebraremos la fe desde nuestros hogares", expresa el sacerdote a los fieles al cierre de la misa, que no tuvo apóstoles ni cena.
EFE